La tensión internacional y los conflictos bélicos se han convertido en el pan de cada día durante 2016. La interminable guerra en Siria, la llamada coalición internacional intentando derrocar al Estado Islámico, los intereses geopolíticos de Rusia, Estados Unidos y sus aliados siempre presentes, el auge de nuevos nacionalismos radicales además de polémicas e inexplicables votaciones alrededor del mundo.

Bajo este contexto, el pasado 11 de diciembre se produjo un doble atentado terrorista en Estambul, afuera del estadio del Besiktas, que dejaría al menos 41 muertos y más de 150 heridos. La primera detonación fue un coche bomba que afectó a un puesto de antidisturbios, encargado de la seguridad durante el partido. La segunda fue un suicida que se hizo explotar en un parque aledaño al estadio.

El ataque fue reivindicado por los Halcones de la Libertad del Kurdistán (TAK), un ala radical y violenta dentro de la compleja y dura relación entre Kurdistán y Turquía.

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