Vivimos un tiempo en el que se vive el fútbol desde la inmediatez, la historia de un equipo o de un jugador es la que se escribe entre el final de un encuentro y el principio del otro. La sobredimensión mediática de este deporte y su utilización de forma torticera en programas que poco tienen que ver con el juego, han hecho que este fenómeno se haya extendido y que cada día se esté banalizando más un deporte tan bello y en el que sigue habiendo historias que contar del máximo interés.
Frente a esta tendencia mayoritaria, es destacable el trabajo de muchos autores individuales, grupos de investigación y editoriales que están apostando por la memoria histórica y por acercar la historia del fútbol a las nuevas generaciones. Es fundamental que sepan que el fútbol no empezó con Messi ni con Cristiano Ronaldo. Todos los jugadores y entrenadores son deudores de alguien anterior y esa cadena siempre nos lleva hacia los orígenes del fútbol. Para saber por qué se ha llegado a elaborar una táctica o cómo han evolucionado las posiciones de los futbolistas, hay que acudir a las fuentes, y las fuentes siempre están en los orígenes. Nada mejor que poner dos ejemplos paradigmáticos para dar luz a estas palabras.
Tomemos como punto de partida la posición de falso nueve de Messi. Ha habido atrevidos que dijeron que esa era una innovación del Barça de Guardiola, por otra parte, el mejor equipo que quien escribe estas líneas ha visto jugar. Sin embargo, esa posición ya la había vivido el propio Pep en equipos en los que jugó, como el el Dream Team del Barça, en el que, en ocasiones, Laudrup adoptó este rol. Pero, por supuesto, no es un invento de Cruyff, ya que el Flaco, fue utilizado en esa posición por Rinus Michels y Stefan Kóvacs. Pero estos se habían inspirado en la Hungría de Hidegkuti, que a su vez bebía de la Austria de Sindelar y el Wunderteam y así podemos seguir hacia atrás en el tiempo hasta un diminuto falso delantero centro de los años diez que jugó en el Barça y que atendía al nombre de S. Steel. Seguro que pronto pondremos cara a el que enseñó a Steel, y terminaremos hablando de jugadores del siglo XIX.
Algo parecido podemos decir del manejo político que se hace de este deporte, como fenómeno de masas que es. Siempre oímos que hoy en día es un instrumento que utiliza el poder para manejar al colectivo. Sin embargo, si retrocedemos en el tiempo: ¿no se puede decir que ocurría esto mismo en el fútbol del telón de acero?, ¿no utilizaron Hitler o Mussolini el fútbol para mayor gloria de sus regímenes dictatoriales? El Duce llegó a organizar el Mundial de 1934, que ató en corto, controlando a árbitros y obligando a jugadores extranjeros como el argentino Luis Monti, al que obligó a ponerse la camiseta azzurra bajo amenaza de muerte a sus familiares. Si retrocedemos en el tiempo, seguimos encontrando ejemplos de este manejo por parte de los más poderosos.
Es difícil que veamos fenómenos nuevos en el deporte rey. Quizás más sofisticados, con mayor parafernalia o eco mediático, pero los acontecimientos de hoy son los de ayer puestos al día. Si no conocemos nuestro pasado, somos analfabetos funcionales al valorar nuestro presente, ya que no tenemos elemento para referenciarlo. Esto es tan aplicable al fútbol como a cualquier otra materia de la vida.
Más allá de esto, pocas cosas puede haber más apasionantes para un verdadero aficionado al fútbol que descubrir los orígenes de este deporte. Descubrir vídeos o textos de cómo paraba Planicka o de cómo distribuía juego Bozsik. Saber quién fue el primer jugador que ejecutó voleas o por qué el fútbol primigenio evolucionó hacia el sistema del WM. Para los jóvenes que tienen pasión por este deporte, les animó desde este mismo momento a que se acerquen a los orígenes. Les valdrá la pena el tiempo invertido. Sin embargo, si su único interés es lo que ocurre entre el final del último partido y el principio del siguiente, es mejor que reflexionen, porque eso no tiene nada que ver con el fútbol.